por Alejandra De Velasco Celis · Mujeres, Organización y Territorios MOOTS
Me recuerdo ahí parada frente a la pared de la casita azul en el ejido El Bejucal, observándola con ese color azul que siempre la ha representado, esperando su nueva transformación donde sería intervenida con colores, identidades y experiencias positivas en defensa del territorio. ¿Cuántos saberes, reflexiones, planeaciones ha escuchado la casita azul? Que si la conservación de la biodiversidad, que si el uso sustentable de los bienes naturales, que la equidad de género, que la organización comunitaria, que el enriquecimiento de la cobertura vegetal, que la importancia de la conservación de suelos…
Durante el desarrollo del proyecto, la casita azul ha sido testigo de la importancia de los espacios de expresión artística que le dan valor al proceso de diseño participativo. Sitios donde la gente encuentra sentido e identidad con lo propio, con lo colectivo, para construir y narrar la memoria histórica, sentires, saberes y resistencias de las mujeres y hombres. Así, con emoción, la casita azul escuchó la idea de su transformación, el color azul que tenía, se convertiría en un mural.
Un día de marzo previo a la cuarentena, llegó el tan esperado momento donde la comunidad decidió agarrar los pinceles y pinturas para empezar a descubrir, revolver y mezclar los colores para encontrar aquellos que fueran los más exactos, los que más les gustaran, aquellos que más representaran su territorio. La comunidad no sólo empezó a plasmar en aquella pared azul su territorio, como la flora, fauna y actividades productivas que forman parte de su día a día, sino también reflejaron sus experiencias, sus aprendizajes en el proyecto PPD, la restauración, la captación de agua de lluvia, el vivero de plantas locales, las plantas medicinales y más.
Poco a poco, la casita azul se fue convirtiendo en la casa de todas y todos, se volvió en algo más que un techo o unas paredes, empezó a ser lo colectivo, la unión, las reflexiones, los sueños, las fortalezas, los saberes… se transformó en un espacio donde se recuerda cada día lo importante que es ser comunidad, donde se permite pensar, crear y recrear las propias realidades, donde se imagina en colectivo, donde se construye y reconstruye con las manos y mentes de todas y todos.
Ahora, en la distancia, después de tres meses de cuarentena, extraño la casita azul, la casa del mural. Extraño la reflexiones y acciones con compañeras y compañeros de la comunidad de aprendizaje “Esperanza y Territorio”. Extraño las risas de niños y niñas en las diferentes actividades de sensibilización, el caminar en las parcelas y cosechar en las milpas… Añoro con volver.
Quiero agradecer principalmente a mi compañera de viajes, trabajo, reflexiones y equipo: Claudia Velásquez. Al equipo de MOOTS Bejucal, por todo su trabajo, entrega y compromiso: Dominga del Carmen Alejo, Bárbara Inés Alejo y Lázaro Chavarría. La colaboración de las mujeres de la Comunidad de Aprendizaje Naturaleza y Esperanza del Ejido “El Bejucal” que participaron en el diseño y elaboración del mural de la casita Azul.
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