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Cumbre de Mujeres Líderes Latinoamericanas​

Actualizado: 26 may 2022

por Andrea Alejandra Ysunza · PPD México


Los pasados 26 y 27 de septiembre se llevó a cabo la Cumbre de Mujeres Líderes Latinoamericanas, iniciativa organizada por la Red de emprendedoras y empresarias de Latinoamérica y el Caribe (WEAmericas). Con la participación de más de 30 ponentes cuyas trayectorias, logros e historias personales las han llevado a liderear proyectos, empresas, movimientos culturales y políticos, ésta cumbre tuvo como objetivo crear un espacio de encuentro entre mujeres emprendedoras y reforzar sus habilidades, aptitudes personales y de negocios.


Fueron dos días en los que lideresas locales, nacionales y latinoamericanas hablaron sobre sus experiencias, aprendizajes, retos y sentires en torno al emprendimiento, negocios, tecnología y empoderamiento. Se presentaron mujeres que dirigen empresas globales, artesanas de comunidades indígenas, defensoras de los derechos humanos de la mujer, científicas y artistas de talla mundial.

Sin duda fue un espacio privilegiado en el que se escucharon diversidad de historias de la voz de mujeres que han alcanzado grandes logros en las principales ciudades del país e internacionalmente.

Al ser la primera vez que esta cumbre se llevó a cabo en México y en la Península de Yucatán, resultó una gran oportunidad para invitar a algunas de las mujeres que ejecutan proyectos financiados por el Programa de Pequeñas Donaciones. Mujeres de comunidades rurales de Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, que desde sus propias trincheras son el motor que da impulso a valiosos e innovadores esfuerzos de emprendimiento para el cuidado ambiental y el desarrollo rural.


Desde Comalcalco, Tabasco, hasta Chunpón, Quintana Roo, once mujeres se organizaron para poner pausa a sus actividades cotidianas, responsabilidades laborales y sus arduos cuidados familiares, para viajar a Mérida y vivir una nueva experiencia de aprendizaje y reflexión colectiva.​


Desde el jueves por la mañana y destacando por sus coloridas blusas bordadas, escucharon atentamente conferencias magistrales y mesas páneles durante la cumbre. Cada una de ellas identificaron los temas más relevantes para sus proyectos y asistieron a pláticas que las enriquecieron y motivaron a continuar sus iniciativas comunitarias.

Para muchas, fue la primera experiencia en un foro de esta magnitud, que representó un reto pero también la oportunidad de observar, aprender e interactuar fuera de su zona de confort. Las reflexiones no se hicieron esperar, entre los recesos y la hora de las comidas, estas mujeres fueron conociéndose, escuchando y discutiendo en conjunto sobre lo aprendido en la cumbre. Para ellas es muy claro que los contextos urbanos y rurales son sumamente distintos, y concluyen que si bien hubo espacios destinados a visibilizar liderazgos y empoderamiento en comunidades indígenas, no se entabló un diálogo constructivo entre las realidades tan distintas, cada una con sus obstáculos y sus virtudes, y sin duda, una con más privilegios y oportunidades, que representa desigualdad de condiciones y posibilidades.

Estos días fueron un ejercicio para aprender otro tipo de lenguaje, entender mejor cómo piensan desde otras realidades para poder impactar en ellas. Las emociones se juntaron con los cuestionamientos sobre lo que hace falta para fomentar el diálogo entre campos y ciudades, entre mujeres de comunidades que trabajan con el manejo y protección de los recursos naturales y empresarias que ofrecen servicios en México y el mundo.

En un ameno intercambio de ideas, al no sentirse del todo identificadas, se cuestionan; ¿queremos una cumbre de nosotras, las mujeres de comunidades indígenas y rurales? ¿queremos que nos incluyan más en estas cumbres?, mejor aún, es necesario que más mujeres como nosotras sean parte de la organización de este tipo de eventos, de manera que sea una cumbre que nos incluya a todas y todas nos podamos identificar de una u otra manera.

Reconocieron que un gran reto que enfrentan es posicionarse como empresarias rurales, ya que no suelen ser visibles los esfuerzos que se realizan en las comunidades, y falta reconocimiento del valor social, cultural y ambiental que tiene el consumo local de los productos y servicios como los que ellas ofrecen.

Claudia, Juana, María, Rossana, Zendy, Yessenia, Teresa, Juanita, Dulce, Cristy y Lupita, se van enriquecidas por los conocimientos de las expositoras, pero sobre todo por las historias de este grupo de mujeres, quienes se reafirmaron como empresarias y lideresas comunitarias, que han aprendido sobre la marcha a trabajar con recursos naturales y han levantado empresas que son asociativas y por lo tanto constantemente tejen redes para fortalecerse y apoyarse entre ellas.

Saben que ellas producen alimentos buenos, limpios y justos, que ofrecen servicios dignos y de calidad, y que esto se debe a que su motivo no es el dinero, sino un profundo amor al territorio y a sus comunidades.

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