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Mujeres, semillas, saberes y sabores mayas​

Actualizado: 26 may 2022

por Andrea Alejandra Ysunza · PPD México

En la comunidad de Chicán el 27 de febrero de 2020, se llevó a cabo un encuentro de mujeres participantes del proyecto de Escuelas de Campo Agroecológicas de la fundación Ko’ox Taani. En esta jornada se encontraron mujeres de Chicán, Mayapán y Tahdziu, para compartir sus experiencias en torno a la siembra de huertos, preparación de alimentos y organización de cajas de ahorro.

Desde temprano, las asistentes llegaron en combis, camionetas y mototaxis, y se juntaron en la cancha del pueblo, justo enfrente de la comisaría. Tras unas breves palabras de bienvenida en maya y español, las mujeres se dirigieron al solar comunitario de la escuela de Chicán. Este intercambio es parte de un proyecto cuyo propósito inicial era trabajar con mujeres en condiciones de extrema pobreza, para darles y fortalecer sus capacidades de producción de alimentos locales con técnicas agroecológicas. Sin embargo, el proceso ha resultado mucho más profundo y significativo para cada uno de los grupos.



En la escuela de Chicán las mujeres decidieron organizarse para trabajar en un solo huerto de manera rotativa, lo cual permitió que entre todas constataran si el esfuerzo daba frutos. La separación de tareas resultó muy importante, ya que no todas tienen que atender el huerto diario o a todas horas y eso les permite incorporarlo como una más de sus actividades rutinarias sin que afecte otras responsabilidades. Esta forma de organización las motivó a replicar el esfuerzo en sus propias casas, en las que sus hijas e hijos se han involucrado cada vez más al responsabilizarse colectivamente de la producción. Alrededor de las camas de hortalizas, las mujeres de Mayapán, Chicán y Tahdziu, hacen preguntas, reflexionan y más que un intercambio de aprendizajes propios, se vuelve una valoración de las habilidades y experiencias de sus compañeras. Las mujeres mayas no hablan de una misma, se contestan y ejemplifican hablando de aquello que ven en las otras, reconocen los retos que han enfrentado sus compañeras, el esfuerzo y sus resultados. De regreso en la plaza, representantes de cada grupo platican sus experiencias con las cajas de ahorro, desde el grupo que lleva cuatro años, logran ahorrar hasta $6,000 anuales y siguen aumentando sus aportaciones, hasta las que acaban de empezar y tuvieran bajas de participantes tras el cierre del primer ciclo. Esta variedad de casos y etapas del proceso, les da ideas sobre qué estrategias cambiar o cuales mantener en sus propios equipos para que sea un proceso más exitoso.

Para finalizar este evento, tortillas hechas a mano, sikilpak, huevos con chaya, tamalitos, polcanes, atole, empanadas, limonada y otras delicias, son descubiertas y disfrutadas por todas las asistentes, al mismo tiempo que las cocineras intercambian semillas de sus huertos para aumentar la diversidad de sus cultivos. No faltaron los bordados y hamacas que llevaban para exhibir y vender. En las actividades de esta estrategia el punto clave ha sido la organización grupal, la cuál ha enriquecido las relaciones humanas. El aprender a trabajar en grupo y de manera coordinada por un fin común, ha llevado a que estén atentas a la situación de todas sus compañeras, a sus posibilidades y necesidades, para siempre cumplir con las tareas colectivamente. Esto ha resultado en un interés genuino por la otra, por su salud, su bienestar y por mejorar la condición que en algún momento no le permita participar. En definitiva, el proyecto de escuelas de campo ha trascendido la actividad productiva, se ha traducido en espacios para experimentar nuevas formas de organización y convivencia grupales y familiares. Espacios de mujeres y para mujeres normalmente no se encuentran en comunidades rurales y representan un lugar de aprendizaje, convivencia, contención, que tiene el potencial de crear redes de apoyo para un sector de la población sistemáticamente vulnerado, al mismo tiempo que se fortalecen las capacidades de las integrantes en diversas áreas de su vida. La actividad fue organizado por la fundación Ko’ox Taani, como parte de un proyecto financiado por el Programa de Pequeñas Donaciones con el objetivo de establecer siete escuelas de campo agroecológicas en 5 comunidades de Yucatán.




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